El debate sobre lo que significó Kirchner continúa y por momentos pareciera que bien podría su apellido transformarse en un ejemplo sui generis del significante vacío de Laclau. Todos tenemos nuestro Néstor y sólo se verá con el tiempo que imagen terminará por imponerse, si por ejemplo, la que le otorga un perfil casi guevariano y de ribetes revolucionarios, la del "crispador" que atentaba contra la paz social o alguna de todas las otras variantes que se encuentran a mitad de camino entre estas dos opciones algo fundamentalistas. En todo caso ya se verá con el tiempo y como sucede en estos casos, la mirada que se imponga como canónica tendrá algo que ver seguramente con los resultados de las próximas luchas políticas, pero también tendrá que ver, y esto no es menor, con las construcciones políticas reales, es decir la arquitectura electoral, que comience a desplegar el oficialismo durante los próximos meses y que acompañará armónicamente o no en el imaginario de propios y ajenos la imagen que elegimos guardamos de Néstor.
¿Qué sin juntar a todos no se gana? Es posible, pero esa aseveración corresponde a otro tipo de preguntas a las que nos abocamos en este comentario y en todo caso cabe preguntarse si es posible profundizar el actual proyecto sin la participación popular que se insinuó en la Plaza de Mayo recientemente. ¿Es posible avanzar sin potenciar esa participación dándole un cause orgánico? Hasta ahora así ha sido dirán algunos, pero ahí está el ejemplo de Mariano Ferreyra para evidenciar los límites del sindicalismo y también están los buitres del PJ, los de afuera y los de adentro, como es el caso del mismísimo motonauta bonaerense, para dejar en claro la actualidad del Alvearismo en tiempos en los que para avanzar hay que cuestionar serios intereses económicos.
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