Hoy parecen prehistóricos los no tan lejanos días en que el obispo castrense Baseotto recomendaba tirar al mar con una piedra atada al cuello a quien osara a promover el derecho de la mujer a interrumpir un embarazo no deseado o riesgoso.
Pero el problema es real y no es posible atenderlo si miramos para otro lado. Las estadísticas muestran que casi el 40% de los embarazos que se registran en el país terminan en aborto. De ellos, el 15% corresponde a adolescentes menores de veinte años. Está comprobado: la clandestinidad del aborto no impide su realización, sino que aumenta los riesgos de las mujeres que no pueden acceder a los costosos precios de abortos clandestinos en condiciones de asepsia.
También es necesario mencionar que numerosos estudios muestran que la legalización del aborto disminuye significativamente su número, en tanto tal legalización vaya acompañada por una fuerte campaña de información y acceso a métodos anticonceptivos seguros.
Por todo eso, nos sumamos a esta batalla cultural por la legalización del aborto.
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