Diario El Pais de España - Pretoria - 10/06/2010.
Es el hombre que reúne a los jugadores antes de cada partido. Es la voz que más escuchan los integrantes de una de las plantillas más talentosas, complejas y heterogéneas del fútbol mundial. Maradona es el seleccionador de Argentina y Fernando Signorini (Lincoln, Provincia de Buenos Aires, 1960) algo más que un preparador físico. Acompañó a Maradona en los Mundiales de 1986 y 1990. En su tercera Copa, quiera o no, ejerce de líder espiritual.
Pregunta: En 2006, cuando terminó el Mundial usted escribió una apología del cabezazo de Zidane diciendo que hizo bien en agredir a Materazzi porque defendía su dignidad, y la dignidad de las personas está por encima de todo, incluso de un Mundial.
Respuesta: Para mí Zidane lanzó un mensaje maravilloso para el que lo quiera tomar, porque en este mundo globalizado con tanto utilitarista dando vueltas, a lo mejor es imposible que lo entiendan.
P. Si la preparación física no es relevante, ¿cómo cree usted que puede ayudar a los jugadores?
R. Cinco siglos antes de Cristo,Sócrates desarrolló esa técnica dialéctica llamada mayéutica. A través de preguntas, descubría a las personas verdades que estaban ocultas en ellas y que ni ellas sabían que sabían. Es este juego el que hay que trasladarles a los jugadores. "¿Entonces para qué es importante el preparador?", les pregunté. Para tratar de que el grupo funcione de la mejor manera. Fundamentalmente con una fuerza que no se logra en el gimnasio y que es la fuerza más poderosa que acompaña al ser humano:
la fuerza del afecto. Para eso uno tiene que tener la capacidad de poder llegarles de una manera tal que ellos puedan sentir afecto y
hacer de ese afecto una especie de cobertura que nos ayude a todos a conseguir un título deportivo, y punto. Esto no va a cambiar la historia de Argentina ni del mundo. Argentina ya tiene dos campeonatos del mundo ganados y sin embargo hay niños que siguen padeciendo hambre en un país que tiene todos los alimentos habidos y por haber.
P. En el 2002 muchos jugadores se sintieron culpables. Se les transfirió la responsabilidad de sostener a Argentina en un momento de crisis económica.
R. Estamos metidos en una gran confusión. He comprado un montón de libros para formar una pequeña biblioteca en la concentración. De Galeano compré 'El fútbol a sol y a sombra', 'Las venas abiertas de América Latina', libros de Rodolfo Walsh, la biografía de Atahualpa
Yupanqui, la historia del caudillaje en Argentina, la biografía de Facundo Quiroga de Felipe Varela, libros de poemas de Armando Gómez, 'Por qué no soy cristiano' de Bertrnad Rusell... Somos un continente en permanente lucha por una sociedad más justa y me gusta incentivar a los jugadores para que no piensen que el fútbol es lo único que tienen en la vida. Porque si es así van a ser muy pobres por más que tengan mucho dinero. Alguien tiene que dar un puntapié y decir: "Vamos a recatar los valores que emanan del deporte porque son inherentes al hombre y es el hombre el que juega. Vamos a dejarnos de que esto parezca una tragedia griega o un circo romano". El fútbol no es capaz de paliar el sufrimiento humano. Es mentira. He estado en tres Mundiales y el éxito no cambió absolutamente nada.
P.¿Cree que la amistad entre jugadores hace más competitivos a los equipos?
R. En la preparación física yo hablo de la fuerza de las convicciones. Cuando a los barbudos cubanos los hicieron pedazos y quedaron doce dando vueltas por la selva, Castro pronunció la famosa frase: "Ahora sí estoy seguro de que cumpliré con la revolución...". Castro no les dijo: "Bueno muchachos ahora vamos a un gimnasio, vamos a usar esta máquina isocinética, vamos a hacer pesas porque tenemos que derrocar a Batista". ¡No tenían ni fusiles! Si fuera un problema de músculo Schwarzenegger sería el mejor jugador del mundo y Schwarzenegger no puede jugar a la pelota ni con la mano!". ¿Por qué salen tantos talentos naturales debajo de cuatro chapas y cuatro
cartones? Primero no los ayuda nadie. Y cuando trascienden todo el mundo les exige: que hablen bien, que no se coman las eses, que sean políticamente correctos, que no hablen en contra del dogma ni religioso, ni social, ni político, y sobre todo, que no hagan trastabillar el privilegio de los privilegiados del sistema. Es todo un asco. Y de eso me gusta hablar con los jugadores. Porque ellos son un símbolo para muchos millones de chicos desprovistos de información que no creen en la clase política.
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