viernes, agosto 21

El Clan Puccio, el Caso Giubileo y los miedos argentinos


Nota de ABC

Pasaron 30 años desde que se conocieron publicamente los crímenes de los Puccio. Los mismos que se cumplieron desde que la desaparición inexplicable de una doctora de la Colonia Montes de Oca se transformó en el Caso Giubileo.

Las dos historias, transformadas en casos policiales por los medios de comunicación y la letra fría de las comisarías y la “justicia” fueron parte de la Argentina pos dictadura. Es decir aquella zona gris del tiempo que se escribía con un pie de un lado y del otro de las elecciones del `83, conjugando voluntad de cambio, con un miedo persistente.


Y las dos, también fueron parte de todo lo que pasó al olvido con el correr del tiempo y de otros descalabros.


Sin embargo, ese es el final de las coincidencias entre estos dos hechos que supieron sacudir al país durante el tiempo que les tocó, porque después, todo fue diferencia. Porque en definitiva lo único que los unió fue la tragedia y un mismo tiempo.

La historia de los Puccio tuvo víctimas evidentes: los secuestrados y asesinados; villanos identificables: el clan. Y también tuvo motivaciones claras: el dinero.


La desaparición de Cecilia Giubileo nunca tuvo ninguna de esas ventajas. Ni víctimas, porque muchos aún dudan de que Giubileo esté muerta, ni villanos y mucho menos aún motivaciones por las cuales poder señalar a alguien. Lo único que dejó fue un escenario natural: la Colonia Montes de Oca, un asilo para “locos y retardados” como dijeron muchos o para los excluidos de siempre, como también podrían pensar otros, o simplemente para pobres sin suerte, como también se podría afirmar.



Por estos días, en los que al menos se vuelve a hablar de una de estas dos historias de los tempranos 80 de la mano de un director de cine talentoso, como es el caso de Trapero, vale la pena desempolvar también el recuerdo del Caso Giubileo para recordar cuanto las une y cuanto las separa a estas historias pero sobretodo para conocer el país del que hablan, es decir el de la vuelta a la democracia, que es lo mismo que decir, conocer los miedos que lo asolaban.


De un lado el miedo a la bestia que vive tan adentro del argentino blanco, aristocrático y refinado que hasta puede ser un vecino de San Isidro, jugar al rugby y ser “tan como uno”.


Del otro lado, un miedo más incómodo, el que nos recuerda el Caso Giubileo: el miedo al “otro”, construido desde los dueños de los medios de comunicación y el sentido común de la clase media. Es decir el miedo al marginal, en principio, pero también al distinto sin más. Al que quedó sólo y tecleando o el que no puede solo y únicamente cuenta con el estado para que lo socorra.


El Clan Puccio y el Caso Giubileo más que hechos aislados y desafortunados son una pintura de un tiempo lejano, pero los miedos de la Argentina blanca, tal vez vivan a la vuelta de la esquina.

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