lunes, marzo 28

Midón y las cosas concretas por Josefina Licitra


Era chica: no más de seis años. Estaba en un teatro que recuerdo inmenso, viendo una obra para niños que ya no recuerdo, y apretando en un puño un papel que decía "131". Al final de la obra se sorteaban quince días en una colonia de vacaciones de invierno, y tanto mi madre como yo teníamos esa única apuesta. Mi madre trabajaba todo el día y no tenía dinero para una colonia: el 131 era la única posibilidad de un invierno decente. Incluso feliz. 
Y entonces salió.

El 131 salió.

En ese inmenso teatro salió el 131 y me recuerdo subiendo al escenario -las luces planas del final de obra- y recibiendo quién sabe qué cosa -¿otro papelito?- que significaba tantas otras cosas: profundo alivio para mi madre, garantía de diversión para mí, bálsamo para la economía familiar, y certeza de que la suerte a veces -al menos a veces- está de tu lado. Sigue

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