lunes, agosto 9

Qué cosa la historia de las cosas...

Envío de Valeria Cervero muy interesante. No se lo pierdan

Hola, hoy les escribo para difundir una información que me viene acompañando desde hace algunas semanas. Como algunos de uds. ya saben, por mi trabajo me tocó leer la traducción de un libro de Annie Leonard cuyo lanzamiento se dará en poco tiempo: La historia de las cosas (Story of Stuff). Más de uno habrá visto el video que lo antecedió, de fines de 2007 (también lo difundí en Facebook hace algunos días). Si bien desde ya recomiendo la lectura del libro, lo que me interesa es comentarles algunas cuestiones que se vinculan con la forma en que nuestra salud se ve afectada diariamente por los componentes de muchas de las cosas que usamos. Es decir, no voy a referirme a severos problemas como los de la minería a cielo abierto, la destrucción de bosques, la contaminación y el derroche del agua, la basura, etc., que el libro aborda con datos y explicaciones que vale la pena leer (y sobre los que podemos encontrar buena información en otros lados), sino, partiendo de la base de que no es posible, por más que lo intentemos, vivir aislados de la terrible contaminación de nuestro mundo, prestar atención a ciertas cosas de las que no desconfiaríamos. Por supuesto que creo que la única solución posible para estas cuestiones es a través de la lucha, la educación, la organización y las construcciones colectivas, pero también hay decisiones que tomamos todos los días que pueden ayudar a que el nivel de tóxicos al que nuestros cuerpos deben enfrentarse sea un poco menor. Me refiero a las opciones sobre lo que usamos para nuestra higiene o aquellas que nos llevan a usar materiales que son tóxicos y sin embargo se emplean en muchos objetos cotidianos (para que quede claro: cosas que están hechas con sustancias que distintas instituciones y organismos consideran carcinógenas, neurotóxicas, inmunotóxicas, irritantes del aparato respiratorio o que pueden dañar el sistema reproductivo o diversos órganos).
Una de las cuestiones que el libro plantea es que la mayoría de las sustancias utilizadas para las cosas que usamos diariamente no han sido estudiadas (o no lo han sido de manera suficiente) en relación con su impacto sobre la salud. Leonard recomienda dos sitios de internet que proveen información sobre muchos productos:
uno es GoodGuide
(http://www.facebook.com/l/4a90cZkzYnlWAnHUTP7JRewcelg;www.goodguide.com) y el segundo Skin Deep
(http://www.facebook.com/l/4a90cUtQ3sil9Jqt9MJ924Tv66w;www.cosmeticsdatabase.com). La conclusión que uno puede sacar mirando un poco estos sitios es que el jabón, el champú, el dentífrico, el desodorante, los cosméticos, y todo lo que quieran agregar a la lista, que uno tiene en su casa son como mínimo malos. Y no se trata de marcas. Algunas que no son para nada económicas tienen productos cuyos ingredientes son cuestionados también. Tal vez más de uno se esté preguntando qué validez tendrá esta información. Después de haber leído el libro y buscado datos por otros lados, a mí me parece bastante seria. También queda claro que en estos sitios web que nombré no se privilegia una marca por sobre otra, y que muchas marcas que se proponen como naturales también utilizan ingredientes dañinos. Lo malo es que para tomarlos como guías, estos sitios tienen dos límites: no hay información disponible sobre cualquier marca o producto y, en muchos casos, los buenos productos no se consiguen en nuestro país o son extremadamente caros. De todos modos, creo que la consulta tiene utilidad. Sin embargo, es necesario manejar el inglés y lleva su tiempo consultar sobre cada caso. Así que si alguno quiere información, por ejemplo, sobre qué champú usar con sus hijos (desde ya aclaro que las variantes del Johnsons que se comercializan en nuestro país no son buenas, así como tampoco lo son numerosos productos comunes en muchas casas) o qué hacer con el resto de los productos de consumo cotidiano, puedo pasarle mis averiguaciones al respecto.
Otro punto en el que el libro de Leonar hace hincapié es en lo maligno que es el PVC. Hasta ahora, todo lo que leí a favor sobre este plástico pertenece a sectores vinculados con la industria involucrada. Sí sé que en Europa muchas ciudades vienen trabajando para declararse libres de PVC, mientras que en la Argentina, en los últimos años lo que se destacó fue el crecimiento de la producción de este elemento. Leonard plantea tajantemente que no debería hacerse más PVC. Es tóxica su producción (además de que consume muchísima energía), es tóxico el PVC en sí por los plastificantes que se le agregan (los famosos ftalatos que dieron tanto debate cuando se difundió hace unos años su uso en los juguetes) y es sumamente tóxico si se lo incinera, ya que se liberan dioxinas. ¿Cuáles son las cosas comunes en nuestra vida en las que se usa PVC? Aparte de los elementos de la construcción, como caños y aberturas, de los que es difícil deshacerse, podemos encontrar: rollos de film para la cocina (dicen claramente que son de PVC o que no contienen este material), cortinas para el baño, guantes descartables (de esos que son finos como los de látex pero de color azul), botellas y envases para la cocina (pueden decir PVC o "v" o tener el número 3 entre las flechas que indican reciclado), juguetes (en este caso creo que es mas difícil darse cuenta porque muchos juguetes no indican con qué están hechos, y más si uno no los compra en una juguetería con su envase original; se supone que el PVC tiene un olor fuerte, pero no sé si siempre se detecta de esa forma).

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