viernes, diciembre 18

Frankenstein y la Bonaerense


En un arranque de honestidad brutal, el Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, Carlos Stornelli, ratificó ayer su denuncia ante la Justicia contra varios jefes policiales en actividad y exonerados acusándolos de estar implicados en las muertes de 3 mujeres ocurridas las últimas semanas. Según el funcionario, dichas muertes tuvieron el fin de “desestabilizar” al gobierno de Daniel Scioli.
El problema es que dichas prácticas son habituales entre la “mejor policía del mundo” (Duhalde dixit) y entre sus fines también se incluyen algunos menos grandilocuentes que desestabilizar a gobiernos de turno, como por ejemplo ganar mucha plata.
Sabido es que en la Argentina la institución policial en general está carcomida por la corrupción y que, en el caso particular de la Bonaerense, sus miembros son responsables, por acción u omisión, en cada uno de los delitos graves que se cometen en la provincia: desde el narcotráfico, hasta la trata de personas, pasando por el robo de vehículos y los casos de “gatillo fácil”.
Sin la complicidad y la anuencia policial no podrían existir tantos casos de delincuencia.
Claro que a la hora de diseñar políticas contra el delito se corta por el hilo más delgado, esto es, se diseñan políticas para reprimir a los pibes pobres que son usados y en algunos casos obligados por las fuerzas policiales para delinquir, como en el caso de Luciano Arruga, quien, vale la pena recordarlo, continúa desaparecido.
Ante este panorama, es muy positivo que Stornelli se digne a denunciar el accionar mafioso de la policía que tiene a su cargo.
El problema es que su jefe político, el Gobernador Daniel Scioli, va en la dirección contraria y pretende darle todavía más poder y autonomía a la policía, mediante una serie de medidas, entre ellas la restauración de los códigos contravencionales.
En caso de tener éxito en su intento, Scioli corre el riesgo de convertirse en un auténtico Dr. Frankenstein, al darle más poder a un monstruo que no sólo no logrará controlar, sino que, más temprano que tarde, se le volverá en contra.
Después no digan que no les avisamos.

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