jueves, diciembre 17

Capitalismo y calentamiento global


Mañana finaliza la Cumbre de Cambio Climático en Copenhague en la que los representantes de los países intentan ponerse de acuerdo en lo que, a esta altura, todos coinciden es una utopía: encontrar la manera de reducir las emisiones de gas carbono, que son una de las principales causas del "efecto invernadero" y, por ende, del calentamiento global.
Cuando uno piensa en la perversa injusticia social que existe en el mundo, en la pobreza y el hambre que asolan a millones de personas, la problemática del calentamiento global parece un tema menor, digno de centroizquierdas europeas que representan a personas de pensamiento medianamente progresista y con las necesidades básicas más que satisfechas.
Sin embargo, si tomamos en cuenta que las inundaciones y sequías que provoca el calentamiento global afectan a millones de personas, sobre todo a los más pobres, la cosa adquiere otro tinte.
Lo mismo si pensamos en la extensión de las fronteras agrícolas, fenómeno muy pronunciado en los países de América Latina (la Argentina es un caso paradigmático en este sentido), que tiene como objetivo aumentar la productividad del campo (por lo general por la vía de desforestación y el uso intensivo de potentes agroquímicos para la plantación de soja), expulsando y dejando sin tierras a miles de comunidades originarias, contribuyendo de esta manera no sólo al hambre y la pobreza, sino también al calentamiento global, ya que los bosques reducen los efectos de gas invernadero.
En la mencionada cumbre de Copenhague las posturas, básicamente, se dividen en dos: 1) entre las potencias como Estados Unidos, que no quieren saber nada con cambiar su matriz productiva basada en el petróleo (lo cual implicaría una inversión considerable, pero más sustentable, limpia y también más económica a largo plazo); 2) los países en vías de desarrollo, emergentes, o como quiera llamárselos, que pretenden establecer reglas más claras y que los mayores costos los paguen los países desarrollados, por ser ellos los principales responsables de la contaminación.
Hasta ahora, la única solución que encontraron los líderes de los países es una suerte de sistema de “premios y castigos” que sólo beneficia, claro está, a aquellos países que tengan la suficiente plata como para pagar las multas correspondientes.
O sea, lógica capitalista pura: el que tiene plata, puede contaminar, el que no, no y, encima, es el que más sufre las consecuencias. Eso sí: contaminar sigue estando permitido.
Por eso, más allá de las distintas posturas de los dos grandes bloques que están dirimiendo sus cuitas en Copenhague, lo que está claro es que el problema es estructural y, por eso mismo, mucho más complejo.
El problema, querido lector, como denunciaron ayer en la cumbre Hugo Chávez y Evo Morales, o, un poco más atrás, dos pensadores en las antípodas ideológicas de los primeros dos, Martin Heidegger con sus denuncias contra el tecnocapitalismo, o el mismísimo Hegel, con sus reflexiones acerca de la enajenación humana respecto de la naturaleza, es que al carácter predador y explotador del sistema capitalista tampoco escapan los recursos naturales.
Ese mismo sistema que ni los países desarrollados ni los en vía de desarrollo están dispuestos siquiera a poner en duda.

1 comentario:

Javier dijo...

Coincido en todo pero no cuando proponen q los paises busquen formas "mas limpias" de produccion en reemplazo del petroleo. Ojo con comerse el verso de reemplazar el oro negro x el combustible a base de maiz, ejemplo q esta siguiendo Brasil de la mano del tan progre y venerado Lula.
Eso implica sacarles tierras a la produccion de alimentos para darsela al combustible mas limpio, como piden muchos.