jueves, abril 24

Otra historia de inseguridad, pero distinta



“Diciembre 2011- A pocos días de terminar el año, luego del homenaje a Omar y sus compañeros desaparecidos del sindicato, salgo en busca del último tramo de esta búsqueda por los caminos más escabrosos que me ha tocado recorrer.

Logré contactarme con el Equipo de Antropología Forense y tuve una entrevista con Cecilia Ayerdi para contarle mi historia. No sé cómo me sostuve para contener todas las emociones que cargaba.


Comienzos de 2012- Es el comienzo de otra etapa, desenterrar a Gabriel para poder encontrar a Omar. Paradoja si las hay, un hijo muerto en búsqueda de su padre desaparecido, esta realidad supera la ficción.

¿Qué significa la búsqueda de Omar? ¿Desde qué lugar situarme para reconstruir el pasado?


Octubre 2012- Se acerca el fin del año y no he podido resolver lo de Gabriel. No sólo tengo el inconveniente de que desde el juzgado no se ha movido nada, en el lugar donde trabajo me presentaron muchas dificultades para reclamar, ya que se incrementaron mis horas laborales, sumadas al estrés por la tensión con la que trabajo y por lo que implica esta búsqueda”.


Mirta empezó a escribir para dejar registro de una búsqueda, para entender y ordenar algunas de las sensaciones con las que convivía desde hacía tanto tiempo, pero sobretodo porque le hacía falta.

Empezó a escribir por una razón y con un objetivo muy específico, celebrar la experiencia militante de su ex pareja y sus compañeros, pero la escritura la llevó a un lugar al que no había imaginado antes de sentarse frente a un teclado.



-Por ese entonces teníamos poco más de 20 años y Gabriel apenas siete meses.-escribió - Omar era extrovertido, simpático y vivaz. Yo introvertida, pensante, así lo veía y también algunos amigos nuestros con los que por esos días compartíamos largas mateadas hablando de la difícil situación del país, con la idea de que asumiendo un compromiso solidario tendríamos la posibilidad de mejorar el futuro. Así era por aquellos días nuestra vida, sin saber que estábamos ante el más aberrante proceso genocida.

La vida transcurría inmersa en la lucha que significaba el devenir cotidiano del país, pero estábamos aferrados a la vida, a la risa, al llanto y los primeros balbuceos de Gabriel, a su mirada, con esos ojos tan grandes, iguales a los del papá.


Omar fue desaparecido por la Dictadura en 1977 cuando Gabriel, su hijo, tenía siete meses. Mirta con el tiempo volvió a armar otra pareja y tuvo dos hijos más a los que crió junto a Gabriel, en un clima muy distinto al de la Dictadura. Sin embargo, la violencia del Estado volvió a hacerse presente en su vida, para llevarse esta vez al hijo que habían tenido con Omar.

Gabriel fue asesinado en 1991, el mismo año en el que el gatillo fácil se llevó la vida de Walter Bulacio, cuando en medio de una persecución por el centro de Morón, integrantes de la Policía Bonaerense decidieron disparar a discreción para detener a unos supuestos delincuentes. Gabriel fue atravesado por una de las balas y murió poco después en un hospital. Tenía quince años.


Desde aquel día Mirta exigió justicia sin descanso, acompañada sólo por sus otros dos hijos como único sostén, para hacerles frente a la Policía, a la Justicia y al Gobierno Provincial. Sin embargo, la pelea era muy desigual.

Elevó después su reclamo a la Comisión Interamericana de DDHH, pero tampoco obtuvo la justicia que buscaba, más allá de declaraciones de buena voluntad y la exigencia al Estado de pagar una indemnización económica que ella nunca buscó.


-Yo buscaba determinar fehacientemente lo sucedido el 3 de diciembre de 1991- escribió a una representación de la CIDH -cuando Gabriel fue herido de muerte por una bala disparada por un policía claramente identificado”.


Desde el 2003, de la mano de las políticas de Memoria, Verdad y Justicia llevadas adelante desde el Estado Nacional y de la movilización popular que desencadenó o potenció, Mirta volvió a encontrarse con esa otra parte de su historia. La de sus años junto a Omar, mientras también sostenía su pelea ante los tribunales por justicia para Gabriel.



-¿Desde qué lugar situarme para reconstruir el pasado?-se preguntó.


“En la búsqueda de recabar información sobre esos años me he encontrado con relatos que me han dado fuertes sacudones emocionales, en algunos de ellos me reconocí, en otros, sentí que no había estado sola, que las historias se repetían. Que Omar tampoco estuvo solo en su cautiverio, que Gabriel esperó a su papá sin preguntar, pero sin olvidarlo. Gabriel mi hijo amado, soñado, me acompañó y contuvo con sus caricias y la promesa de cuidarme siempre”.


¿Desde qué lugar situarme para reconstruir el pasado? – volvió a preguntarse unas cuantas veces más hasta que encontró un motivo en vez de un lugar.


-Omar y Gabriel además de una mirada muy profunda y grandes ojos claros, compartían el ADN- pensó Mirta.


Si algún día aparecían los restos de su compañero, a partir de la información genética obtenida del cuerpo de su hijo y almacenada en un banco genético, se podría determinar con certeza la identidad de Omar, sostener su recuerdo y de alguna forma volver a unirlo con su hijo.


Mirta había encontrado el comienzo que necesitaba para avanzar y cerrar su historia.

Iba a extraer el ADN del cuerpo de su hijo y cremar sus restos para poder descansar en paz. Sin embargo, a veces sucede lo increíble: desde 2012 el Juzgado de Garantías Nª3 de Morón no autoriza el pedido de cremación porque no encuentra el expediente de la causa.

Desde ese año Mirta tuvo que dejar de escribir. ¿Será el final de la historia?



Foto: http://wwwfaustinolobato52.blogspot.com.ar/2012/02/ausencias.html

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